UN QUIJOTE MODERNO

JUAN IGNACIO LAFONTAINE SALVESTRINI, falleció a los 46 años en Concepción Sur de Chile, hijo de  MARIA TERESA SALVESTRINI BAEZA y JUAN CARLOS LAFONTAINE RIQUELME.

Hablar de Juan Ignacio es hablar de Nacho, el Flaco, Lafo, el maestro, o como le decían en el sur de Chile “El Pequeño Príncipe” por su impronta de señor con apellidos aristocráticos, para mí era una suerte de Quijote moderno un flaco de casi 1.80, pelo largo, barba frondosa, con facha de hippie que entraba al salón de la facultad de Derecho de la Universidad Central de Chile en marzo del año 1992, de risa fácil este flaco nos cautivó a todos quienes tuvimos el honor de conocerlo, una mezcla de humildad, inteligencia, alegría, locura impredecible y mucho cariño a todos a sus alrededor.

Quienes lo conocieron aún deben recordar su voz parsimoniosa resonando en el salón de clases simulando saber lo que los profesores le preguntaban sobre todo en derecho civil, su gran capacidad de hacer de todo un verso seducía y engatusaba a todo el mundo tanto así que no pocas veces -sin haber estudiado y aun oliendo el suave perfume de la noche en su ropa tras una muy merecida resaca-, aprobaba hasta con votos de distinción ante el asombro de nosotros (sus compañeros) que con dificultad aprobábamos el ramo.

A poco tiempo de conocerlo nos dimos cuenta que detrás de ese flaco desgarbado que conducía un auto que nunca supimos su año ni su marca  pero él lo llamaba cariñosamente “Sputnik”, se escondía un personaje de ideas  y valores  elevados, con mucho compromiso social, siempre detrás de luchas y causas nobles que a no todos le importaban. Por ejemplo de un día para otro y cuando aún estábamos en 2do o 3er año de la facultad este flaco se sacó su facha trasnochada para calzar el uniforme de Bombero de la “Pompe France” 4° compañía de Bomberos de Santiago se fue a vivir con ellos, algo tenía que hacer Nacho necesitaba ayudar a los demás (luchar por esas causas nobles que no todos veían) y en los Bomberos fue feliz, hizo amigos entrañables y seguro se sintió en paz ayudando cuando pudo.

Después de mucho rodar este Quijote encontró las batallas que buscaba, defender a los imputados sin recursos como defensor penal público al sur de Chile en un pequeño lugar llamado Puerto Natales, un lugar de ensueño en La región de Magallanes y la Antártica, si casi al borde del continente, ahí se transformó en un personaje de fábula casi irreal con humita, muy elegante, pelo largo peinado, con su barba ordenada, asumiendo la defensa de los que menos tienen, y vaya que lo hizo bien llegó a tener el record de sentencias absolutorias en juicio oral en varias ocasiones, cual Quijote llevaba sus casos a juicios con la íntima convicción que lograría absolución y pocas veces se equivocaba.

Durante estas batallas conoció a su DULCINEA, su amada esposa PAULA GARRETON SALAZAR que lo acompañó hasta el final y lo siguió hasta el extremo sur del mundo y juntos trajeron al mundo a la pequeña princesa TRINIDAD LAFONTAINE.

Pero su camino recién comenzaba porque  desde la segunda ciudad más importante de Chile escucharon y supieron de este gran defensor y fue así que Juan Ignacio llegó a Concepción.

Así sin pedirlo ni buscarlo Juan Ignacio asume como Defensor Jefe de Concepción con algo así como 20 abogados defensores a su cargo, funcionarios y casos muy complejos, probablemente esa fue la mejor época de Nacho, nunca lo vi tan feliz ni apasionado por algo como cuando hablaba de sus casos, de sus teorías, de sus humildes defendidos, de las absoluciones y bla bla bla.  Aquello para mí como Fiscal sentado en la otra vereda con mi mejor amigo como defensor no podía ser un mejor momento, así que juntos decidimos emprender un viaje de estudio y de amistad el año 2017, aplicamos para ingresar al MAGISTER EN DERECHO DE CALIFORNIA WESTERN SCHOOL OF LAW y tomamos nuestras maletas y llegamos a San Diego, allá quisimos recorrer Hollywood, Beverly Hills en un descapotable pero Nacho con su discreción y humildad se arrepintió y nos volvimos al hotel en el descapotable.

Grandes amigos hicimos en CWSL con todo el mundo, de a poco Nacho se ganó la simpatía de varios profesores sobre todo los que ejercían como defensores vieron en él ese brillo y astucia que tan naturalmente fluía del flaco. Cuando empezaron los concursos de alegatos nunca pensé que tendría que enfrentar a mi amigo, así que ese día cada uno por su lado nos preparamos como si fuera un juicio real, Nacho como defensor y yo como Fiscal cada uno en su rol. Fue tanta la pasión que después de terminar no nos hablamos unos minutos, esa sesión la gané yo, pero Nacho no se quedaría así al día siguiente nos tocó nuevamente, sencillamente barrió conmigo sobre todo en su alegato de clausura.

Y como era de esperar, Nacho aprobó con distinción nuevamente, se ganó un par de premios como mejor alegato, mejor interrogatorio, pero para el probablemente lo que ganó fueron más armas y más escudos para hacer lo que más lo apasionaba dar esas luchas que nadie se atrevía a dar y que tanto alimentaban el alma de este Quijote.

El hidalgo Juan Ignacio Lafontaine Salvestrini probablemente en este momento debe estar transitando por caminos misteriosos, su vida es un testimonio de entrega y humildad hacia los que más necesitan, seguramente este flaco podría haber dicho las palabras del quijote y sonarían como si él las hubiera escrito: 

“…La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no puede igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida…”

Escrito por Patricio Caroca Luengo